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La crinolina, una moda peligrosa en el siglo XIX

Las crinolinas de mujer se cargan en un ómnibus que va desde Sloane Street hasta Fleet Street, Londres. Serie de cómics de London Stereoscopic Company (Foto de London Stereoscopic Company / Getty Images)

Origen de la palabra

La crinolina
era una enagua rígida de crin y lino destinada a ahuecar la falda.
El lino podía ser sustituido por cualquier otro material, de modo que nos parece más correcto, secundando a Max von Boehn, hablar de enaguas “crinolizadas” (La Moda, 1925, VII):
Se inventó entonces la crinolización de las telas, es decir, que la franela, la lana y la seda y el casimir estaban tramados con crin de caballo de un modo tan invisible que las telas conservaban su aspecto pero se mantenían rígidas y sin arrugas.
Una prenda peligrosa
Apareció en 1830, pero se hizo popular veinte años después, cuando comenzó a usarlo la emperatir Eugenia de Montijo. Pero resultó ser una moda muy peligrosa, además de incomoda. Solo en Inglaterra, entre 1850 y 1860, más de tres mil mujeres murieron quemadas por culpa de este accesorio, que corría el riesgo de prender con facilidad si se pasaba cerca de un brasero o una chimenea. Por lo tanto, en una década, la cifra ascendió a 3.000 mujeres incendiadas por su propio vestido.
The New York Times estableció un promedio de tres muertes semanales a causa de la crinolina. No exageraba: solo Oscar Wilde perdió dos hermanas (por parte de padre) abrasadas a causa de sus enormes faldas. Emily y Mary fueron invitadas a un baile. La falda de una de ellas se incendió a causa de la crinolina mientras bailaba el último vals. El fuego alcanzó el vestido de su hermana, que se había acercado para intentar ayudarla. Aunque el anfitrión trató de cubrirlas con su capa y las hizo rodar escaleras abajo hasta la nieve, no pudo hacer nada por salvarlas. La muerte de Emily y Mary, en 1871, fue un hecho traumático para el poeta irlandés, que ya había visto morir a una hermana. Solo Northern Standard se hizo eco de la tragedia.
Las mujeres que no ardían, tropezaban y quedaban atrapadas entre las ruedas de los carruajes. «Además de las muertes por incendio, ha habido muchas por aplastamiento bajo las ruedas de los carruajes y maquinarias en espacios reducidos, donde una mujer razonablemente vestida no correría peligro. Se han dado casos de destripamiento producido por las heridas infligidas por la rotura de muelles y aros de acero», publicaba The Guardian el 16 de octubre de 1861.
La primera crinolina metálica la registró W. S. Thompson en Estados Unidos en 1856. La invención de la máquina de coser hizo que varias fábricas se especializaran en crinolina y las vendieran a destajo.
Curiosamente, la casa francesa Peugeot, actualmente dedicada a la fabricación de automóviles, fue una de las más destacadas en la producción de estas piezas . En España, la crinolina era más conocida como miriñaque y vino a sustituir al tontillo, una pieza tan fea como su nombre, tan anhelada que también se popularizó en Francia.
Moda breve si efectivamente, tal como anuncia un breve del Semanario Pintoresco Español en 1843, se abandonó. En efecto, durante los años siguientes y hasta 1846 aproximadamente, los figurines de moda que podemos encontrar en las revistas representan faldas sin enaguas molduradas.
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